En el lenguaje y en la experiencia común de la gente, hablar de «oración» es referirse a algo que se localiza en el dominio de «lo espiritual». Por el contrario, hablar de «existencia» es referirse a algo concreto y tangible, algo que se localiza en el dominio de las realidades, todo lo que juega un papel decisivo en la vida […] Todo planteamiento del problema de la vida de oración tiene que tomar como punto de partida la situación que de hecho se da en la vida concreta de los creyentes1.
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Finalidades de la catequesis para niños y jóvenes:
FINALIDADES DE LA CATEQUESIS
PARA NIÑOS Y JÓVENES:
Favorecer el encuentro con Jesús. A los niños, ayudarlos a descubrir que Jesús los ama, los acompaña y es su amigo. A los jóvenes, invitarlos a encontrarse con Cristo, como alguien real que da sentido a su vida. "Queremos que conozcan a Jesús, no solo que sepan cosas de Él".
Educar en la fe. Transmitir mensaje cristiano adaptado a su edad, acompañándolos a conocer la Palabra de Dios, que ilumina la vida cotidiana, nuestro día a día.
Preparar para vivir los Sacramentos, con alegría y con sentido. Los niños, aprender a rezar con sencillez y celebrar con alegría y respeto. Los jóvenes, descubrir los Sacramentos, como encuentros felices con Cristo, no como rutina. "La catequesis prepara para celebrar y la celebración fortalece la fe".
Formar conciencia moral cristiana. Ayudar a discernir lo que está bien y lo que está mal, a la luz del Evangelio, adecuado a la edad de cada uno. Que aprendan a elegir y actuar como Jesús.
Educar para la vida comunitaria en la Iglesia, cultivando el sentido de pertenencia a la Iglesia. La fe se vive en comunidad, no de forma aislada. Ayudarles a sentirse parte de la Iglesia y aprendan a convivir y compartir.
Despertar el deseo de servir, transformar y cuidar la creación. Los niños, aprender a compartir, ayudar y cuidar del otro. Los jóvenes, a descubrir vocación como discípulos misioneros en sus distintas realidades. "La fe no se guarda, se comparte con la vida"
Cultivar la oración y la interioridad. Formar el corazón para escuchar a Dios. Importancia del silencio, escucha, diálogo con Dios. Distintas formas de orar. Ayudar a reconocer la presencia de Dios en lo cotidiano.
Finalidad última de la catequesis: poner a la persona, no sólo en contacto sino en comunión, en intimidad con Jesucristo.
- Directorio general para la catequesis -
Testimonio de catequistas:
TESTIMONIO (1)
Sólo puedo tener palabras de agradecimiento hacia el Señor por haber contado conmigo durante tantos años para servir de instrumento, torpe, débil y sencillo instrumento... usando mis palabras, mi tiempo, mis manos, mi corazón, para tocar en la vida de unos niños y sus familias, durante su preparación de iniciación cristiana.
Siempre he pensado que salgo ganando, porque recibo mucho más de lo que puedo dar. Los niños te enseñan mucho; te hacen reflexionar, pensar y sobre todo, replantearte cosas en las que no caes por ti sola.
Aunque hay días complicados, en cuanto a comportamiento o actitud siempre son los menos, se olvidan pronto. No siempre es fácil. Hay cansancio, poca respuesta, ganas de tirar la toalla... pero también siempre hay algo por lo que merece la pena el esfuerzo. Eso lo pone siempre Él.
Al recordar, te quedas con lo mejor y lo mejor es siempre un regalo.
TESTIMONIO (2)
Querida comunidad,
Me dirijo a vosotros para compartir la alegría de una sorpresa inesperada.
Cuando me ofrecí como catequista hace un tiempo, lo hice con un compromiso modesto: era para un año. No sabía que estaba a punto de descubrir que me “engancharía” por completo.
Trabajar con los niños de la parroquia ha sido redescubrir la fe desde su origen más puro y sincero; los adultos tendemos a olvidarlo: la fe es simple, es amor y alegría.
Somos compañeros de viaje y en ese acompañamiento mi fe se renueva y se fortalece.
En los encuentros ( los de Confirmación son todo un reto), hay que profundizar en el conocimiento y vivencia del Evangelio y eso hace que sea la primera en evangelizarse.
Esta actividad, que comenzó como un voluntariado temporal, se ha consolidado como un compromiso importante para mí. He encontrado una profunda satisfacción en el servicio y en la interacción con los niños y jóvenes de la parroquia así como un apoyo, una formación compartida y una oración en común con el resto de miembros de la comunidad.
Y agradezco a la parroquia la oportunidad de haber encontrado este espacio de servicio tan valioso
Sesión del 6 de noviembre (jueves):
MÍSTICA DE LA COTIDIANIDAD: VIVIR HOY LA EXPERIENCIA DE FE
Cuando calificamos a alguien de “místico” queremos decir raro, diferente, que está en las nubes. Y cuando oímos la palabra mística la primera reacción es decir, eso es para los santos no para mí. Primer error, todos tenemos la misma vocación: ser santos, hemos sido llamados a la unión con Dios, hemos sido creados a su imagen y semejanza y él habita en nuestro interior.
Es común hoy oír la palabra mística, está de moda, ahora fácilmente se pone el adjetivo místico/a a cualquier cosa. Pues bien, vamos a partir de esta moda y ya que a la gente le gusta hablar hoy de la místicavamos a reivindicar una mística cristiana que tiene una raíz bautismal, que tiene su centro en Jesucristo y que su meta es el desarrollo humano en plenitud para dar lo mejor de sí en el servicio a todos. Quiero tomar prestadas las palabras de Miguel de Unamunoque “reclama frente a Ortega la recuperación de los místicos castellanos como la suprema aportación de España al espíritu humano, por considerarlos comparables o superiores a Descartes, Kant, Hegel y Bergson”[1].
Podríamos hablar mucho de lo que significa “mística”, es una de las palabras que presentan una mayor confusión. En general hay muchos prejuicios y es mal entendida. Pero no me voy a detener en ello, solo apunto a que tiene la misma raíz que la palabra misterio. No fue utilizada ni en el AT ni en el NT, tampoco en los primeros siglos del cristianismo. Se comenzó a utilizar como adjetivoy ha tenido un largo recorrido. No entramos en ello.
Sobre qué es la experiencia mística solo una palabra: es “una forma especial de conocimiento de Dios caracterizada por su condición experiencial que permite ir más allá del conocimiento por concepto o lo que dicen otros”[2], la toma de conciencia de la presencia de Dios en nosotros. Por tanto, es la respuesta creyente a esa presencia que está en todos. Es la experiencia de fe vivida en el día a día. Conscientemente, sin separar el ámbito de nuestra fe y de la vida[3].Hemos de cambiar el chip porque decimos voy a orar como estar un rato con Dios, pero la realidad es queestamos siempre con Dios. Lo que necesitamos son espacios para entrar en nosotros mismos y tomar conciencia de ello. Por eso, lo veremos, el camino de oración comienza por acostumbrarse a esta presencia, pero termina siendo una actitud de vida. No se trata de hacer oración, sino de ser orantes.
El Vaticano II[4] recuerda una afirmación de la carta a Diogneto, escrito anónimo del siglo II, que describe la vida cotidiana del cristiano: «lo que el alma es en el cuerpo, esto han de ser los cristianos en el mundo»[i].
A diferencia de las modas del yoga y el Mindfulness (atención, digo modas, no yoga. Porque leí en un artículo de un maestro de yoga que estaba escandalizado de su utilización y banalización en nuestra sociedad occidental, comentaba que a estas prácticas para ejecutivos, o en la escuela se debería llamar fitnes-yoga) que se utilizan solo como métodos y técnicas en busca del propio bienestar, la mística cristiana tiene una raíz bautismal que busca el desarrollo humano en plenitud en el seguimiento de Cristo hasta la total configuración con él, hasta llegar a decir con San Pablo “vivo yo, mas no yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2).
La mística cristiana es cristocéntrica, se fundamenta en el amor y es para el bien común.
Esta experiencia de fe es común a todo bautizado. Aunque cada uno recorre este camino de una manera, porque Dios se hace al paso del alma, como le gustaba decir a San Juan de la Cruz. La condescendencia es la pedagogía que Dios utiliza para formarnos progresivamente en este camino, cada uno sigue su ritmo, responde a Dios según su propia libertad y voluntad, en esto encontramos la diferencia, en nuestra respuesta y no en el don de Dios.
Antes de meternos a fondo en el camino de la oración quiero resaltar tres ideas.
En 1º lugar hay una igualdad de amor entre todos, el don de Dios que ama a todos por igual, no favorece a unos más que a otros, a todos se nos da la gracia del bautismo, donde Dios nos une a Él y nos hace hijos en el Hijo. Esta es la santidad ya en germen, como posibilidad. Se nos da la posibilidad de ser santos y querer asentir a la acción interior del Espíritu Santo que nos santifica, nos capacita para recorrer nuestro camino hasta que fructifique en plenitud, recuperando nuestra semejanza con Dios en Jesucristo.
En 2º lugar vemos cual es la diferencia: la respuesta de fe de cada uno a esta gracia que se nos ha dado en el bautismo, es la tarea de toda la vida, el camino que cada uno recorre con la ayuda del Espíritu Santo y la mediaciones de la Iglesia.
En 3º lugar vemos cuál es el término de este camino, el desarrollo humano en plenitud, la santidad, la experiencia mística y el éxtasis, como salida de sí para servir a los demás.
1º) El don de Dios que ama a todos por igual. Unión con Dios dada en el Bautismo
Lo importante es entender esta gracia que Dios nos concede en el Bautismo, porque sólo si conocemos el don de Dios y lo reconocemos, podremos agradecerlo y dejar que dé fruto[5].
El Concilio Vaticano II afirma que hay una llamada universal a la santidad.Pero cometemos el error frecuente de pensar que la santidad está reservada a unos pocos elegidos. La santidad es plenitud de la vida cristiana y no consiste en realizar empresas extraordinarias, sino en vivir día a día nuestra vida unidos a Cristo[6]. Por eso la experiencia mística no está reservada para aquellos que están en un pedestal y viven en las nubes. Jesús ha venido a llamarnos a todos a su seguimiento, esta experiencia de fe y encuentro con Cristo es para todo ser humano, así puede llegar a la plenitud de ser hombre.
El que es todo Santo nos llama en el bautismo a ser santos. ¿Cómo podemos recorrer el camino de la santidad y responder a esta llamada?
La iniciativa es de Dios: el tres veces santo (cf. Is 6, 3), nos hace santos por la acción del Espíritu Santo. Es la vida misma de Cristo que se nos comunica y nos transforma. La santidad tiene su raíz en la gracia bautismal: “El bautismo y la fe los ha hecho verdaderamente hijos de Dios, participan de la naturaleza divina y son, por tanto, realmente santos”. (LG 40).Todo cristiano es un místico en potencia. Todos tenemos la posibilidad de ser místicos si queremos y aceptamos vivir la vida en el Espíritu.
Nos toca reconocer la Presencia de Dios y dejarnos guiar por el Espíritu Santo.
La vida de oración es estar habitualmente en presencia de Dios […] es posible porque, mediante el bautismo, nos hemos convertido en un mismo ser con Cristo. (CEC 2565).
2º) Diferentes respuestas a Dios
Pero ese don que hemos recibido en el bautismo requiere la respuesta de fe que debemos dar libre y voluntariamente. Dios ofrece, nunca impone ni obliga, su amor respeta nuestra libertad. El cristiano debe mantener a lo largo de su vida una actitud receptiva. Sabiendo que todo es gracia aprenderá la humildad que es la base sobre la que construir el camino de oración.que en la tan manida frase de Santa Teresa es “andar en verdad” y eso no es otro cosa sino reconocer la grandeza de Dios, que todo es gracia y proviene de su amor y reconocer la pequeñez y fragilidad humana que se pone en sus manos.
Deja que la gracia de tu Bautismo fructifique en un camino de santidad. Deja que todo esté abierto a Dios y para ello opta por él, elige a Dios una y otra vez. No te desalientes, porque tienes la fuerza del Espíritu Santo para que sea posible, y la santidad, en el fondo, es el fruto del Espíritu Santo en tu vida (cf. Ga 5,22-23). (Papa Francisco, Gaudete et exsultate 14).
3º) Meta: la santidad. Ser orantes y vivir en plenitud
La oración es camino de santidad, vía para alcanzar el desarrollo humano en plenitud. Porque en ella se realiza la razón auténtica y suprema de la dignidad del ser humano, que es su vocación a la comunión con Dios (cf. GS 19). Esa es nuestra meta: ser orantes.
La oración es la respuesta de fe a Dios que se revela, que quiere comunicarse y dialogar con cada ser humano. Y se traduce en la cotidianidad de la vida en una respuesta personal de oración, que, como dice Santa Teresa es “Tratar de amistad estando muchas veces a solas con quien sabemos nos ama y por ser amistad han de conocerse los amigos. Dios ya nos conoce, y mejor que nosotros mismos. La tarea nos toca a cada uno de nosotros y nos ocupará toda la vida, en un proceso en paralelo de conocimiento propio y conocimiento de Dios.
La experiencia mística se enraíza en la vida del ser humano, potenciando todas sus dimensiones para que tienda a la plenitud. En Cristo, Dios se ha hecho hombre para que el hombre sea Dios. Por Cristo Dios actúa en este mundo, uniendo la dimensión trascendente e inmanente. Jesucristo es plenitud de la revelación de Dios y del hombre
Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación.El que es imagen de Dios invisible (Col 1,15) es también el hombre perfecto, que ha devuelto a la descendencia de Adán la semejanza divina… (GS 22).
Y todo para que aprendamos a salir de nosotros mismos. Eso es el éxtasis, salir de sí, ser un “descentrado” porque todas las fuerzas las polariza Dios, el protagonista principal de esta historia de amistad que es la oración. La cumbre espiritual tiene un dinamismo de salida, porque se trata de amor recibido y entregado, no se encierra ni se acumula en beneficio propio. Por eso las séptimas moradas, la cumbre de la experiencia mística, son para “servir” y vivir atentos a las necesidades de quienes conviven a nuestro alrededor, llegar a tener la misma mirada que Dios tiene hacia todos nosotros. Es una mística de ojos abiertos.
Este punto es esencial, porque solo cuando se comprende y se está convencido de ello es cuando realmente empezamos a caminar por la senda orante. Se comienza la transformación radical del hombre viejo en nuevo. Es la verdadera conversión. La vida del cristiano se convierte en una permanente salida de sí hacia el hermano, como uno de los dos mandamientos principales que fundan toda norma moral y como el signo más claro para discernir el camino de crecimiento espiritual.
Así que ánimo y adelante para recorrer esta apasionante aventura de la oración. Dios nos está esperando en el hondo del alma. Que es un hermoso castillo de cristal con muchas moradas cuyo centro y mitad es la principal, en la que habita el Dios que da vida infinita (Santa Teresa de Jesús, Las Moradas o Castillo interior). Y Teresa nos quiere con “ánimos animosos”, para volar como águilas, teniendo grandes deseos y no ser “pollos trabados”.
Conclusión
Si Teresa es madre de espirituales y una gran mística y se recorrió los caminos de aquella España del siglo XVI. No sé a qué venimos a hora en el siglo XXI a decir que esto de la experiencia mística, perdón, más sencillamente, ser santos, vivir en la presencia de Dios unidos a él, no es para nosotros... Creo que nos debe quedar bien claro: orar es para todos los cristianos, no es una obligación, es una necesidad. Necesitamos rezar continuamente el Padre nuestro, donde aprendemos todo lo que necesitamos para relacionarnos con Dios y meditamos mirando una y otra vez a ese Jesús de Nazaret que vivió como uno de nosotros, pero haciendo el bien a todos y en otras circunstancias históricas.
Somos todos bautizados cada uno somos amados por Dios con un amor particular e infinito. Quien ha conocido a Dios, tiene experiencia de fe y sabe que Dios le ama, no por su impecabilidad, sino por ser quien es. Le ama tal como es y solo le pide que crea, que no dude de ese amor. Esta experiencia es la que cambia verdaderamente la vida. Cuando creemos que Dios nos ama así, es la experiencia de fe y unión con Dios, la experiencia mística.
Por eso debemos tener osadía al querer ser santos. Le pasó a Santa Teresita, a esa niña se le ocurrió decir que quería ser santa y claro, en una sociedad francesa y remilgada del siglo XIX con aires jansenistas le quisieron bajar los humos, su confesor le dijo que a dónde iba. Pero ella iba bien encaminada, la historia ha puesto en su sitio a Teresita, haciéndola doctora de la Iglesia y patrona de las misiones, una de las santas más conocidas hoy en día. Y ella nos propone un caminito: la confianza, abandonarse en los brazos de Jesús para que nos lleve al Padre, ese es su ascensor. Tener las manos vacía, ser pobre y no contar más que con Dios, tener confianza ciega en su misericordia.
[1] González de Cardedal, Cristianismo y mística, 20.
[2] J. M. Martín Velasco, El fenómeno místico.
[3] Particular tipo de unión con Dios por la oración. O.F. 22-23.
La palabra mística en lenguas modernas es la transcripción del adjetivo mystikós griego, derivada de la raíz “my” indoeuropea presente en “myein” y “myo” verbo = cerrar los ojos y cerrar la boca.
[4] LG 38:“Cada laico debe ser ante el mundo un testigo de la resurrección y de la vida del Señor Jesús y una señal del Dios vivo. Todos juntos y cada uno de por sí deben alimentar al mundo con frutos espirituales (cf. Ga 5, 22) y difundir en él el espíritu de que están animados aquellos pobres, mansos y pacíficos, a quienes el Señor en el Evangelio proclamó bienaventurados (cf. Mt 5, 3-9). En una palabra, «lo que el alma es en el cuerpo, esto han de ser los cristianos en el mundo»
[5]San Juan de la Cruz afirma que este camino se comienza: “Cayendo el alma en la cuenta de lo que está obligada a hacer, viendo que la vida es breve (Job 14, 5), […] por otra parte, la gran deuda que a Dios debe en haberle criado solamente para sí, por lo cual le debe el servicio de toda su vida, y en haberla redimido solamente por sí mismo, por lo cual le debe todo el resto y respondencia del amor de su voluntad, y otros mil beneficios en que se conoce obligada a Dios desde antes que naciese…” (Cántico Espiritual B anotación 1)
[6]La santidad, la plenitud de la vida cristiana no consiste en realizar empresas extraordinarias, sino en unirse a Cristo, en vivir sus misterios, en hacer nuestras sus actitudes, sus pensamientos, sus comportamientos. Es ser semejantes a Jesús. (Benedicto XVI audiencia general miércoles 13 abril 2011).