En "la Palabra para la vida" estudiaremos la Biblia para entenderla correctamente y se vive según sus enseñanzas, aplicando la fe en la vida diaria. Esto implica escucharla, orar, obedecer al Espíritu Santo para guiar las acciones y utilizar la Palabra como una brújula para tomar decisiones y ser una persona transformada.
Domingo 14 de diciembre de 2025
Decid a Juan: los ciegos ven
Recemos desde el fondo de nuestro corazón:
“Ven Señor Jesús, se tu la Alegría de mi vida”
Mateo 11, 2-11
2Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, mandó a sus discípulos a preguntarle: 3«¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?». 4Jesús les respondió: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: 5los ciegos ven y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados. 6¡Y bienaventurado el que no se escandalice de mí!». 7Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: «¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? 8¿O qué salisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Mirad, los que visten con lujo habitan en los palacios. 9Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. 10Este es de quien está escrito: “Yo envío a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino ante ti”. 11En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.
El tercer Domingo de Adviento es conocido como el Domingo de la Alegría. Una alegría desbordante: “El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría”. ¿Cuál es el motivo de la alegría?
Alegraos porque el Señor está cerca. Es curioso descubrir cómo todos los acontecimientos que tienen una relación con el Nacimiento de Jesús están llenos de alegría.
Hoy, a más de 20 siglos de distancia de los hechos, nos preguntamos: ¿Se nota que el Mesías está con nosotros? ¿Vivimos los cristianos una alegría especial? La alegría, la verdadera alegría capaz de convertir el páramo y la estepa de nuestro corazón en “flor de narciso” es el Emmanuel, el Dios con nosotros.
¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro? A la cárcel donde está preso Juan Bautista, le llegan noticias de Jesús que a Juan le dejan desconcertado. Jesús no habla de ira, de venganza, de desquite por parte de Dios. En los labios de Jesús afloran palabras de bondad, de dulzura, de cercanía, de perdón y de misericordia. Con Jesús comienza “El Reino de Dios”. Coincidiendo con lo mejor de los profetas, Jesús apela a las obras.
Es curioso que Jesús, a la pregunta de Juan, no contesta con palabras, sino que apela a los hechos concretos: Decidle lo que estáis viendo: “Los ciegos ven, los sordos oyen, los inválidos andan, los leprosos quedan limpios, los muertos resucitan y los pobres reciben buenas noticias”.
Domingo 7 de diciembre de 2025
Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos
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Oramos
Señor, me reconozco pobre y pecador
ante ti y ante los hermanos.
Ábreme los ojos, Señor, para que me vea como soy
Conviérteme, Señor, de tanta hipocresía
a una vida humilde, de conversión.
Muéstrame los caminos de tu amor.
Llévame por la huella de la compasión y misericordia.
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Mateo 3, 1-12
1Por aquellos días, Juan el Bautista se presenta en el desierto de Judea, predicando: 2«Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos». 3Este es el que anunció el profeta Isaías diciendo: «Voz del que grita en el desierto: | “Preparad el camino del Señor, | allanad sus senderos”». 4Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. 5Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y de la comarca del Jordán; 6confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán. 7Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo: «¡Raza de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? 8Dad el fruto que pide la conversión. 9Y no os hagáis ilusiones, pensando: “Tenemos por padre a Abrahán”, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. 10Ya toca el hacha la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será talado y echado al fuego. 11Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí es más fuerte que yo y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. 12Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga».
Hemos llegado al Segundo Domingo de Adviento y el Evangelio nos propone algo distinto de los mensajes que en estos días encontramos invitándonos al consumo y a la fiesta. Juan el Bautista, alza la voz desde el desierto y nos llama a la conversión.
El camino de la conversión es interior, desde el corazón y para ello se nos recomienda allanar aquello que está torcido en cada uno de nosotros: la soberbia de pensar que siempre tenemos razón, el rencor que nos impide el perdón, el egoísmo que nos encierra en nosotros, las heridas que no hemos sanado, la tristeza que nos paraliza, la fe que se nos ha dormido.
La fe es necesario ponerla de manifiesto con nuestras obras, no basta confesar con los labios es necesario abrir nuestra vida al amor y la misericordia de Dios. Por ello, hoy se nos recuerda con palabras fuertes que no podemos vivir este adviento de modo frío y rutinario.
Domingo 30 de noviembre de 2025
Tiempo privilegiado para prepararnos para el nacimiento del Señor y para vivir el cierre del Jubileo.
Oramos al inicio del Adviento
Dios todopoderoso, aviva en tus fieles, al comenzar el Adviento, el deseo de salir al encuentro de Cristo, que viene, acompañados por las buenas obras, para que, colocados un día a su derecha, merezcan poseer el reino eterno.
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Mateo 24, 37-44
37Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. 38En los días antes del diluvio, la gente comía y bebía, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; 39y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: 40dos hombres estarán en el campo, a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; 41dos mujeres estarán moliendo, a una se la llevarán y a otra la dejarán. 42Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. 43Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa. 44Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.
Comenzamos hoy un nuevo Adviento, un nuevo año litúrgico. Y cada inicio trae siempre ilusión, alegría y la experiencia de que Dios vuelve a darnos nuevas oportunidades. Empezar de nuevo es siempre un regalo: nos recuerda que la vida no está cerrada, que siempre podemos crecer, convertirnos, reencontrarnos con Dios, el Dios de la misericordia y de la vida. Eso es el Adviento: un tiempo que despierta la esperanza. En realidad, toda nuestra vida es una preparación. No una preparación por miedo, sino por amor al Esposo, que ya llega. Pero, en el Adviento, se nos invita a prepararnos especialmente.
El Adviento no sólo es un periodo de cuatro semanas que nos prepara para la Navidad. El Adviento es una virtud, una actitud que consiste en interpretar todo lo que sucede en nuestra vida cotidiana, mirando más allá y tratando de ver todo lo que nos sucede en la perspectiva de la historia y de la meta hacia la que se dirige.
En el Evangelio Jesús pide una actitud de "vigilancia" y "atención". Debemos vivir con los ojos abiertos y las manos extendidas. La vigilancia, en el espíritu de este texto evangélico, no es, pues, una espera pasiva del regreso del Señor en una oración de quietud. Es la comunión con Jesús y la participación en su vida.
Estar despierto no sólo significa no dormirse en la despreocupación, como en los tiempos de Noé, sino también velar con Jesús, acompañarlo en su subida a Jerusalén y en la cruz.
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Recursos de Adviento de la Conferencia Episcopal Española. Haz clic en la opción deseada:
Oremos
Señor, enséñanos a encajar la cruz de cada día; la cruz que exige el amor a los que más sufren y a todas las personas; la cruz que conlleva la lucha por la verdad, por la justicia, por la paz; la cruz que nos viene cuando somos fieles a Ti y a tu Evangelio.
Señor, danos sabiduría para tener siempre presente que la cruz por amor merece la pena, nos hace más humanos, nos acerca a Ti y da vida a cuantos nos rodean.
Señor, enséñame a llevar mi cruz contigo. Amén. (Sta. Teresa de Calcuta).
San Lucas 23, 35-43
35El pueblo estaba mirando, pero los magistrados le hacían muecas diciendo: «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido». 36Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, 37diciendo: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo». 38Había también por encima de él un letrero: «Este es el rey de los judíos». 39Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». 40Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? 41Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada malo». 42Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». 43Jesús le dijo: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».
La Solemnidad de Cristo Rey cierra el año litúrgico. Y contemplamos en el Evangelio la escena de la agonía de Jesús en la cruz, en medio de las burlas y con la inscripción que lo declara con ironía rey de los judíos.
El reino de Cristo es misterioso y aparece en esta escena como oculto. Su realeza es paradójica, no es el poder según el mundo, sino el amor de Dios, un amor capaz de alcanzar y restaurar todas las cosas. Por este amor, Cristo se abajó hasta nosotros, vivió nuestra miseria humana, probó nuestra condición más ínfima: la injusticia, la traición, el abandono; experimentó la muerte, el sepulcro, los infiernos. De esta forma nuestro Rey fue incluso hasta los confines del Universo para abrazar y salvar a todo hombre.
El buen ladrón manifiesta una disposición fundamental demandada al otro ladrón: “¡ni siquiera tú, que estás en el mismo suplicio, temes a Dios!”.
El temor de Dios significa aquí asumir con responsabilidad y sinceridad las consecuencias de los propios actos, sin echarle a Dios la culpa de ellos. Es lo que el ladrón le explica al otro malhechor: “Nosotros estamos aquí justamente, porque recibimos lo merecido por lo que hemos hecho; pero éste no ha hecho ningún mal”.
El temor de Dios mueve al buen ladrón a reconocer y confesar su culpa. Así pasa, mediante la contrición, del temor al amor: “¡Acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino!”. Y recibe entonces no solo el perdón de Dios sino también la promesa del paraíso.
«Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas»
San Lucas 21, 5-19
5Y como algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo: 6«Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida». 7Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?». 8Él dijo: «Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos. 9Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida».
10Entonces les decía: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, 11habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes. Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo. 12Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. 13Esto os servirá de ocasión para dar testimonio. 14Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, 15porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. 16Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, 17y todos os odiarán a causa de mi nombre. 18Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; 19con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.
Nos acercamos al final del año litúrgico, y nos encontramos con un evangelio en el que Jesús nos habla de la destrucción del Templo y de la llegada del fin de los tiempos. El Templo de Jerusalén era conocido en la antigüedad por su grandeza y esplendor. Algunos en el evangelio de hoy admiran su calidad y belleza. Sin embargo Jesús les reprocha que tenían un Templo recubierto de oro pero su corazón se había alejado de Dios. Estaban vacíos por dentro y hacían un culto superficial.
Los textos apocalípticos no buscan infundir miedo, sino consolar, animar y alertar a las comunidades que sufren persecución.
Jesús nos previene: “Muchos vendrán en mi nombre diciendo: ‘Soy yo’, ‘ha llegado la hora’. No les sigáis” (Lc 21,8).
Es una llamada a la vigilancia, a no dejarnos engañar por falsas seguridades ni por quienes prometen soluciones fáciles. En tiempos de confusión, la fe se pone a prueba, y es entonces cuando debemos aferrarnos a lo esencial. San Lucas recoge este discurso escatológico para alentar a su comunidad: que no pierdan la esperanza, que comprendan que la historia no se escapa de las manos de Dios. Todo se realiza según lo anunciado por Jesús.
Jesús nos invita a mirar más allá de las apariencias. No nos dejemos seducir por la belleza efímera ni por el miedo al futuro. Lo importante no es saber cuándo será el fin, sino cómo vivimos el presente. La fidelidad a Cristo implica dificultades, incluso rechazo por parte de los más cercanos. Seguirle exige radicalidad, como la que Él vivió en su pasión, hasta sentir el odio en carne propia. Pero también nos asegura: “Ni un cabello de vuestra cabeza perecerá” (Lc 21,18). Es decir, nada se pierde para quien confía en Él.
El Evangelio concluye con una llamada a la esperanza: “Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas” (Lc 21,19). ¿Cómo esperar ese día? Con perseverancia. Este término respira esperanza en Aquel que cuenta hasta los cabellos de nuestra cabeza. Perseverar es mantenerse firme, resistir, confiar, permanecer en Cristo.
Oración
Señor que ninguna circunstancia pueda apartarnos de tu amor. Danos confianza en Ti para que las dificultades y el mal no pueda tener la última palabra en nuestra vida.
«Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre»
Día 9 de noviembre
San Juan 2, 13-22
13Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. 14Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, 15haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; 16y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre». 17Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora». 18Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?». 19Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré». 20Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». 21Pero él hablaba del templo de su cuerpo. 22Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y creyeron a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.
El evangelista San Juan nos dice que el viejo templo de Jerusalén debe ser sustituido por el nuevo.
Los antiguos sacrificios de animales deben dar paso al verdadero sacrificio agradable al Padre: El de su Hijo muerto en la Cruz. Y el Nuevo Templo será el Cuerpo Resucitado de Jesús. Si el viejo templo, casa de su Padre, no se podía convertir en “mercado”, el Nuevo, mucho menos. Nadie puede hacer negocio con las cosas de Dios.
Los cristianos somos “templos vivos del Espíritu Santo” (1Cor. 3,16). Y en este “nuevo templo” no sacrificamos animales sino que somos nosotros mismos la ofrenda: “Os exhorto a que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios; este es vuestro culto espiritual” (Ro, 12,1). Yo soy el pan y el vino del sacrificio. Como pan debo de partirme, dar mi vida por los demás. Como vino, debo derramar mi propia sangre en actitud de servicio por mis hermanos.
Oración
Señor, al acercarme al Evangelio me siento fuertemente atraído por un “impacto de novedad”.
Hablas de un nuevo templo, de un nuevo vino, de un nuevo pan, de una nueva vida.
¿Cómo es posible vivir tanta novedad con una vida vieja?
Señor, hazme nuevo, renuévame por dentro, capacítame para las sorpresas que Tú me quieres dar.
Amén
Conmemoración de los fieles Difuntos
Día 2 de noviembre
San Juan,11,17-27
17Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. 18Betania distaba poco de Jerusalén: unos quince estadios; 19y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por su hermano. 20Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. 21Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. 22Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá». 23Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». 24Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección en el último día». 25Jesús le dijo: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; 26y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?». 27Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».
En el día de ayer, celebramos la Solemnidad de los Santos y, en el día de hoy, el calendario nos trae la Conmemoración de los fieles Difuntos.
Hoy leemos un texto del Evangelio de San Juan, concretamente el de la Resurrección de Lázaro:
Jesús sabiendo que, su amigo Lázaro estaba muy enfermo fue hacia él, pero llegó cuando llevaba cuatro días muerto; Marta la hermana de Lázaro y discípula y amiga de Jesús, le reprocha con delicadeza y con fe su tardanza, pero sabe que aún ahora Jesús puede actuar. El Señor le anuncia que su hermano resucitará y ella entiende que sí lo hará en el último día, pero he aquí que Jesús se revela ante ella diciendo: “Yo soy la resurrección y la vida”; la revelación va acompañada de una invitación a creer y una promesa de vida eterna. Marta, la discípula hace la profesión de fe ante el Señor, profesión de fe que se nos invita todo nosotros a hacer, especialmente en este día en que recordamos a nuestros seres queridos difuntos.
Oramos por los difuntos: ¿Creo que Jesús es la resurrección y la vida? ¿Creo en la Vida Eterna que nos promete el Señor? ¿Demuestro mi cariño por los difuntos, recordándolos, rezando por ellos?
Solemnidad de todos los Santos
Día 1 de noviembre
San Mateo, 5,1-12
(1) Al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; (2) y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo:
(3) «Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos
(4) Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra
(5) Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados
(6) Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
(7) Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia
(8) Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios
(9) Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios
(10) Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos
(11) Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa
(12) Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros
Hoy celebramos la fiesta de Todos los Santos.
Hoy la Iglesia conmemora a todas aquellas personas que vivieron la amistad con Dios en su caminar terreno y entraron por eso en su gloria. Se nos dice que todos los bautizados estamos llamados a la santidad. Hoy se nos explica lo que de verdad es ser santos: aceptar una y otra vez el perdón y la reconciliación que solamente nos puede alcanzar Cristo.
Los Santos son los que pasan por las tribulaciones cotidianas con entereza y paz como los que sufren los mayores tormentos por amor de Dios. Son los que mantienen su dignidad y defienden la de los demás como hijos de Dios. Son los que han descubierto la enorme riqueza de Dios Padre por la que pueden estar desprendidos de todo con la más absoluta confianza; son los que reconocen que la su fuerza viene de la alegría inacabable de Dios. Los mansos que, como coherederos con Cristo, heredarán la tierra. Son los herederos del Reino. Y son una enorme, universal y perfecta multitud entre la que esperamos contarnos.
Algunos santos son elevados a los altares como modelos de virtud y amor de Dios.
Pero muchos otros dejaron día a día una impronta de santidad que pasó quizá desapercibida a ojos humanos, pero que nunca escapa a la mirada atenta y amorosa de Dios.
Oración para este día: Oh Dios envíame tu Espíritu para que reconozca la llamada que me envías para parecerme a Ti e irradiar el mundo tu amor y misericordia.
DOMINGO XXX DEL TIEMPO PER ANNUM
San Lucas, 18,9-14
(9) Dijo también esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás: (10) «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. (11) El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. (12) Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”. (13) El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador”. (14) Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
Aprendamos a descubrir la humildad como don de Dios
«A algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás les dijo esta parábola.” Es fácil considerarnos buenos y por lo tanto justos y caer en la tentación de despreciar a los demás.
La oración es un elemento fundamental para relacionarnos con Dios, sin ella perdemos el rumbo de nuestra vida. Pero nuestra oración no puede ser una réplica de nuestros egoísmos y de nuestra mirada exclusiva hacia nosotros mismos. La oración se hace vida cuando recibimos el don de la humildad.
La humildad es el don que nos sitúa en el lugar de los pequeños, de los necesitados, de los que no se bastan a si mismos. Con la humildad nuestra vida se llena de luz porque nuestro corazón está abierto a lo que Dios quiera.
En los Evangelios se presenta a Jesús viviendo de la oración. Su corazón se abre constantemente a Aquel que es su Padre, para hacer su voluntad.
Pedimos por nuestra vida
Oh Dios, desciende con tu luz a la oscuridad de mi corazón para recibir fe, firmeza en la esperanza, caridad perfecta y profunda humildad. Así, viviré en tu conocimiento y sabiduría para hacer siempre tu voluntad.
DOMINGO XXIX DEL TIEMPO PER ANNUM
San Lucas, 18,1-8
En aquel tiempo, Jesús decía a sus discípulos una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer. «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.
En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle: “Hazme justicia frente a mi adversario”. Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a sí mismo: “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme”». Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?».
Aprendamos a orar sin desfallecer.
Les propuso una parábola para manifestarles que era preciso orar siempre sin desfallecer». La recomendación a “orar sin desfallecer” aparece muchas veces en el Nuevo Testamento (1 Tes 5,17; Rom 12,12; Ef 6,18; etc.). Este es un rasgo característico de la espiritualidad de las primeras comunidades cristianas, vivir desde la oración continua.
Jesús toma una escena de la vida real para presentar como la oración incesante nos hace descubrir la misericordia de Dios y su justicia. Es curiosa y significativa la imagen de un juez que es injusto, que la única norma es su propia imagen y su propio interés. Nuestra vida de oración cuando es constante ayuda a ablandar el corazón de aquellos que nada más piensan y creen en ellos mismos.
Ahora bien, este modo de orar con constancia en las circunstancias de nuestra vida debe llevarnos a vivir con la paciencia necesaria para no dejarnos llevar por la tentación del abandono. Ojalá el Señor nos haga siempre constantes en la oración.
Pidamos a Dios su ayuda.
Señor Jesús, tantas veces me impaciento. Me cuesta esperar. Hoy me doy cuenta que necesito orar con fe, abandonando mi vida en tus manos. Te pido me hagas valiente para confiar antes y primero en Ti con el corazón de un hijo que confía.